Golpe de Estado en Honduras


La madre de todas las batallas

30 de julio del 2009

¡Aleeeeeeeeerta! ¡Aleeeeeeerta! El grito, surgido desde el fondo de las entrañas, preanuncia el peligro. Advierte sobre la presencia militar. Es una exclamación. Un rugido. A veces de miedo, otras de indignación. Es el aviso solidario cuando aparecen las fuerzas represivas a romper manifestaciones. El bramido protector no es suficiente para detener la sed de sangre de los uniformados y las élites económicas y políticas.

Busca prevenir lo que ya es moneda corriente: la represión, las detenciones, las muertes. Un pueblo rehén, en su propio país, de unos mafiosos que tomaron por asalto el nuevo cielo que se estaba forjando. No soportaron que se hubiera aumentado el 60% el salario mínimo, que se hubiera cortado de raíz el negocio petrolero, que se hubiera provisto de alimentos gratuitos a las escuelas, que el país se haya aliado al ALBA, que se hubiera reducido la pobreza y el analfabetismo.

Que un hombre proveniente del riñón del oligarquía haya hecho una opción por el pueblo, que haya querido consultarle al pueblo sobre refundar el país mediante una Asamblea Constituyente. Estas políticas no sólo descolocaron a la oligarquía, al propio Partido Liberal, sino también a los sectores populares. Los trabajadores, los pueblos originarios, los humildes, los que ganaban un sueldo bajito, fueron brindando su apoyo sorprendidos de que alguien les tendiera una mano. Y al producirse el Golpe, quienes salieron a las calles, quienes desafiaron la represión, quienes llegaron a Nicaragua esquivando retenes militares, internándose en la montaña para juntarse con su Presidente fueron los pobres, los jóvenes desclasados, los asqueados de la piñata política, los viejos rejuvenecidos por los nuevos bríos. Ellos fueron quienes arriesgaron sus vidas y le dijeron a Zelaya mirándolo a los ojos: “Aquí estamos; por usted damos la vida”.

Y fue Zelaya el que los recibió con los brazos abiertos. Esos hombres y mujeres que salen día a día a decir que Honduras se despertó admiten, muchísimos de ellos, no haber votado a Zelaya y agregan que aún más los sorprendió ese vuelco hacia políticas netamente populares. Tal es la magnitud de lo ocurrido.

René Amador es alto y delgado, hiperquinético y hablador. Militante de organizaciones juveniles creadas al calor de los cambios refrescantes de los últimos tres años. Pudo cruzar a Nicaragua en una odisea de días, se las ingenió para sortear el recelo militar. Es parte de esos 1.500 hondureños que están en la ciudad de Ocotal, a 22 kilómetros del paso fronterizo de Las Manos, dando la pelea desde el otro lado. Es la muestra del renacer de la conciencia política en un país que en los 80 fue la base donde los Estados Unidos desataron el terrorismo contra las insurrecciones en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

“El 28 de junio, cuando lo voltean a Mel, nos recibimos de adultos como pueblo. Hoy ya nada será lo mismo. La dictadura no cede pero nosotros menos. Seguiremos en la calle así nos cueste la vida. Nos estamos jugando la historia. Sabemos que no sólo está en juego Honduras, sino el proceso de cambio de nuestro continente. Estamos en la mera lucha y eso no parará hasta lograr el retorno de nuestro Presidente, que por primera vez hizo algo por nosotros los pobres”, me cuenta René. La magnitud es tal que entre los que caminaron a monte durante días estaban los diputados nacionales por el partido Unificación Democrática de la Izquierda, César Hame y Silvia Ayala. Esta actitud patriótica fue catalogada por el dictador Roberto Micheletti como “un acto de traición a la patria”.

Honduras está militarizada, con toques de queda constantes, supresión de garantías constitucionales y con una población hostigada por la represión y la desinformación. Pocos medios han sido consecuentes con la defensa de la democracia y lograron, a pesar de los intentos por silenciarlos, seguir contando la verdad. Radio Globo, Radio Progreso, el mensuario Libertador, el portal Habla Honduras y la productora independiente Terco Producciones son los claros ejemplos de periodistas que se juegan el pellejo. La dictadura encabezada por Roberto Micheletti hace gala de una exuberante mentira, los medios oficiales hablan de un país que no existe, de crecimiento de turismo, de un país en paz, de gente feliz. Sin embargo, la cadena nacional anunció un nuevo toque de queda eriza la piel.

“Uno tiene que darle un legado de libertad a sus hijos”, me dice Vitalino, quien fue uno de los primeros en cruzar la frontera el 24 de julio. Este hombre llegado desde la localidad bananera de Colón, tiene 46 años, y ya se ha internado varias veces en la montaña para rescatar a sus compatriotas. “Está en juego la democracia, no sólo la nuestra, sino también la de América Latina. Los ojos del mundo están acá. No podemos flaquear, estamos en la mera lucha hasta el final”.

“Esos hijoeputas no tienen perdón de Dios. Nos han amenazado, nos han apaleado, nos balearon con balas de verdad, nos dicen que ‘nos van a matar y que no importan los testigos’ porque ellos son el poder”, cuenta un hombre al borde del llanto: “Soy sólo un ciudadano de Honduras”.

Lenny tiene toda la ropa desgarrada, está sin zapatos. Junto a otros, llegó sin guía, y por zonas que “ni los caballos entran”. Por eso no pudieron seguirlos los militares: “Nos tiraban los reflectores de luces y decían que nos iban a matar, pero aquí estamos para apoyar a Mel y volverlo al gobierno”. Estos testimonios se multiplicaron por cientos. Zelaya ya no tiene potestad sobre sí. Se ha convertido en un ícono, en un emblema de la democracia, un objeto de la causa popular.

El “gran golpe” y un pueblo que dice no

En Honduras están los constrastes. La desmesura de los retenes militares y la represión. La decena de muertos confirmadas por el Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos en Honduras (COFADEH) que no aparecen en las noticias de la mayoría de los canales ni en los discursos de los golpistas. Mientras tanto, en las calles, en los barrios, cada relato no sólo es la resistencia sino el relato del horror y el miedo. La palabra del perseguido, del familiar o el amigo que ahora no está. Historias de la batalla diaria que Honduras libra por su destino.

Luchó hasta por su propio aire. Abandonado desde pequeño, superviviente de vida de esclavo. Acólito del asesinado monseñor Arnulfo Romero. Desde hace 25 años vive en Honduras y aquí lo intentaron asesinar cuatro veces. En tierras de empresarios madereros vio cómo un trabajdor era enterrado en bolsa de plástico negro. “Eso me provocó una indignación que no pude soportar y empecé a pedir por los derechos de esos hombres que dejaban hasta su vida en esa tarea miserable”. Es el padre de origen salvadoreño Andrés Tamayo, de la diócesis del departamento de Olancho y dirigente del movimiento ambientalista en esa región, quien además de perseguido por la dictadura de Micheletti ha sido amenazado con la expulsión del país. Tamayo es uno de los líderes visibles de la resistencia junto a Rafael Alegria, José Barahona, Carlos H. Reyes. Duro con la Iglesia hondureña que apoyó el golpe: “Tienen que defender al pueblo no a las elites”, dice tranquilo, sin alzar la voz, defendiendo, a pesar de la violencia de arriba, “la opción pacífica de nuestras marcha, no hay armas ni habrá, seguiremos marchando el país sin un atisbo de violencia, mostrando nuestros rostros, nos asiste la razón y la verdad, no tenemos miedo de morir, pagaremos el precio necesario por nuetsra libertad”.

Lidiet Diaz, es periodista de Radio Globo. Y escapa de la lógica de la mayoría de los colegas de su país que eligieron la autocensura o el apoyo cómplice a los golpistas: “El 28 de junio cuando llegamos a la radio vimos con sopresa que estaba militarizada y que no podíamos ingresar porque los militares habían tomado el control del país. Después pudimos ingresar para hacer nuestro trabajo pero siguieron viniendo para intimidarnos y a las seisde la tarde vino un comando de unos 70 a 80 policías y nos desalojaron violentamente. Nos detuvieron a ocho, y algunos se escaparon por las ventanas”. La gran mayoría de los medios recibieron este tipo de intimidaciones. Sin embargo, los integrantes de Radio Globo decidieron volver a la radio a pesar de las amenazas. Hoy son de los pocos medios que se mantienen informando al igual que Radio Porgreso, el portal Habla Honduras, el mensuario Libertador y Terco Producciones.

Mailen es de Santa Bárbara. Es un joven trabajador del campo, explotado por terratenientes, con las manos llagadas, pero orgulloso de su origen. Este adolescente muestra en su cabeza rapada un surco pronunciado: es el roce de una bala en la masacre del aeropuerto de Toncontin del 5 de julio, donde fue asesinado Isis Obed Murillo, de 19 años, el primero de los mártires. “Fue muy peligroso, nosotros estábamos detrás de un tapial, allí con Obed, yo fui compañero de Obed, y nos dispararon y me gustaría ser claro en estos momentos, yo soy 100% campesino le digo que ni un paso para atrás aunque nos siga agarrando la policía”.

Cada día las calles de Tegucigalpa se llenan de personas humildes.

Y Xiomara Castro, la Primera Dama, sufrió como muchos la militarización de todo el territorio hondureño. Primero refugiada en zonas aisladas en el norte del país, luego intentando ir a la frontera con Nicaragua para juntarse con su marido, el presidente Manuel Zelaya. Ocho días estuvo varada en los múltiples retenes militares apostados en la zona sur del país. En uno de ellos la encontré por casualidad: “Los problemas que estamos sufriendo, son los que se daban en los 80 en todos los países de América Latina. ¡Pero cuánto luchamos nosotros por la democracia! ¡Cuánto les ha costado a ustedes (por Argentina) como país cambiar la historia! Ustedes han luchado por eso. Nosotros también. Nunca habíamos visto una situación como la que tenemos ahora. Los golpes de Estado duraban 15 minutos y la gente sólo miraba. Hoy la gente tiene conciencia, hoy sabe lo que significa tener un Golpe de Estado en nuestro país. La gente se ha rebelado”, relata.

Cuando Xiomara Castro habla de su esposo siempre lo llama Presidente. Es su manera de expresar que ella no está allí por una cuestión afectiva, sino por una cuestión ideológica. “Nosotros en estos tres años hemos trabajado por los más humildes como nunca antes se hizo en Honduras y la oportunidad de ser parte del Gabinete Social y de hacer tareas sociales fue decisión de él ”, dice, y a su alrededor un centenar de seguidores asienten con la cabeza, dan vivas a Zelaya (“Urge Mel”) y repudian a Micheletti (“Fuera Goriletti”) y ella sonrñie y se abraza con ellos y cuenta: “Se les ha dado más poder al pueblo y se les han dado razones para luchar y exigir por sus derechos”.

Y Xioxmara culmina diciendo: “Hoy más que nunca me siento orgullosa de ser hondureña, de vivir en esta tierra, con esta gente acompañándonos, porque por primera vez hemos sentido la solidaridad. Cuando muchos se quedaron apoyando a este régimen, el pueblo es el que nos sigue apoyando”.

“Ya no es mi padre, es mi líder”

Varada a 40 kilómetros de la frontera con Nicaragua, retenida por un centenar de militares está la hija de Zelaya, Xiomara Castro (la Pichu). Estudiante de comunicación, 24 años, que dejó todo para trabajar con su padre, relata con detalles el golpe, secuestro y expulsión del Presidente constitucional. “Sólo mi papá y yo estábamos en la casa el día del asalto. Fue a las 5 de la mañana. Yo estaba en el baño y ahí escucho el primer disparo, luego otro y tres más y mi papá grita ‘Pichu, Pichu, Pichu nos están dando el golpe’. Yo me encierro en el cuarto, debajo de la cama y empiezo a hacer llamadas: a mi hermano, que hizo el anuncio a la OEA; a un amigo del Bloque Popular; y a otros alertando la situación”.

“Ellos (los militares) llegaron disparando, gritando ‘arriba las manos’, y mi papá les dijo que si la orden era matarlo que lo hicieran ya. Mi edecana cuando fue el asalto saltó las verjas y cerró todas las puertas, por eso no pudieron encontrarme, allí me quedé más de media hora”.

“Ahora están obligando a integrantes de nuestra seguridad a decir que hubo orden de allanamiento durante el asalto y que ocurrió a las 6.15. Yo tengo miedo por sus vidas porque ellos se han negado a mentir. Es que no puede haber allanamiento de morada entre las 6 de la tarde y las 6 de la mañana. Eso dice la Constitución Nacional”.

Ante la consulta de por qué no se refugiaron en una Embajada o se fueron del país sostuvo: “Yo voy a seguir peleando con el pueblo, quiero estar con ellos, y a mi padre, para liberarlo de la carga, le dije que él ya no es mi padre, que él es el líder al que sigo; me desligué de él para que pueda actuar libremente”.

“La victoria es nuestra”

Con su clásico sombrero, el presidente constitucional Manuel Zelaya se muestra tranquilo. No parece ser un hombre puesto ante un hecho trascendental de la historia política de América Latina. Un acontecimiento bisagra. Se abraza con sus connacionales, los alienta, les pide paciencia y dice que el tiempo está de su lado. “Una élite económica de diez familias se ha apropiado de toda la riqueza nacional; tienen un brazo armado que son los militares, y un brazo político que se ha prestado al juego los dos candidatos presidenciales de los tradicionales partidos políticos”. “Estamos decididos a ir hasta las últimas consecuencias para defender la democracia y los derechos humanos”, contó el Presidente, al tiempo que aseguró: “Sepan que la victoria es nuestra y está en nuestras manos” y que “Dios los condena, el mundo los ha condenado y el pueblo hondureño no los acepta, tienen que irse a pagar las penas de los golpes que le han dado al pueblo”.

“Vamos detrás de los golpistas hasta amarrarlos y sacarlos de Honduras. Vamos por la democracia y la presidencia. La lucha de los hondureños porque es un derecho que nadie nos lo puede quitar, no se humilla ante nadie ni ante los fusiles o un dictador. Están logrando con su fuerza establecer una nueva sociedad para que el futuro de nuestro hijos, de las nuevas generaciones, tengan suficientes garantías para que nadie vuelva a pretender humillarlos. Los derechos del pueblo no se rinden ante nadie”.

“No vamos a permitir -aseveró- que nadie nos diga a los pueblos qué es lo que tenemos que hacer. Aquí han dicho que van a meter gente para provocar. Hoy vamos a poner aquí campamentos con agua, comida y vamos a estar hoy en la tarde, en la noche, mañana en la mañana esperando a los compatriotas que vienen y a mi familia”.

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categoría: américa latina